Reflexiones y transformaciones: primer cuarto de siglo

Reflexiones y transformaciones: primer cuarto de siglo

Reflections and Transformations: First Quarter Century EN

Cristopher Yáñez-Urbina 1
1 Universidad UNIACC, Chile
Publicado: 27/10/2025

Editorial

El siglo XXI no tuvo tiempo para un optimismo ingenuo. Incluso los años previos a su inauguración estuvieron marcados por la llamada "ansiedad tecnológica" que acompaño al Y2K: aquella preocupación de que los sistemas informáticos, al interpretar el año 2000 como 1900, pudieran alterar procesos tan diversos como balances financieros, las centrales de control energético y redes de transporte. Este fue un problema que se resolvió a tiempo; sin embargo, esta posibilidad de que la tecnología fallara puso sobre la mesa una inquietud que la música, los videojuegos y el cine, entre otros campos, recogieron con rapidez. Álbumes como Locura Espacial de Los Chanchos en Piedra o la canción El Mundo de Molotov resonaron con ese clima; lo mismo ocurrió con videojuegos de la talla de Final Fantasy VII y Metal Gear Solid o en películas como The Matrix , obras que narraban mundos inciertos, amenazados o directamente modelados por la tecnología. De tal manera, la entrada al nuevo milenio supuso reconocer desde el primer minuto la complejidad de vivir en un planeta hiperconectado.

Asimismo, durante sus primeros años, la atención se vio complementada con desafíos de otra índole. Los atendados del 11 de septiembre en Estados Unidos, la crisis de la burbuja de las puntocom, el hundimiento del petrolero Prestige o los incendios que arrasaron Australia en 2003 recordaron que la interdependencia no es solo digital ni únicamente técnica; es también económica, ecológica y geopolítica. Junto con estos hechos, asistimos a migraciones masivas producto de conflictos bélicos o el colapso de Estados en Medio Oriente y África, dando lugar a crisis humanitarias con una alta cobertura mediática. Todo lo anterior enmarcado en un Ethos epocal caracterizado por el progresivo cuestionamiento de instituciones que marcaron el siglo XX ---el ideal del progreso, el Estado-nación, la universidad disciplinar--- desde2-6 una profunda mutación epistémica que exige nuevas maneras de comprender y ordenar el conocimiento del mundo ( Serres, 2013).

Hoy en día, a veinticinco años de aquel arranque vertiginoso, los relatos son tan transversales como complejos. El cambio climático, la inteligencia artificial, los desplazamientos identitarios o las formas emergentes de precariedad desbordan las estructuras disciplinares heredadas, exigiendo modos de pensamiento capaces de atravesar fronteras conceptuales, afectivas y políticas. En este escenario, los límites de la especialización extrema ---característica distintiva del saber moderno ( Latour, 2007)--- se hacen evidentes: saber cada vez más sobre cada vez menos puede devenir estéril si no se articula con otras formas de conocer, sentir y actuar en y con el mundo ( Braidotti, 2015).

Ante este escenario, como sugiere Haraway (2020), no basta con señalar la complejidad del presente para luego sumirse en un estado de pasividad; por el contrario, urge imaginar y poner en práctica nuevas formas de habitar el mundo que sean capaces de responder a estos desafíos. En esta dirección, algunos autores han recuperado la figura renacentista del polímata, redefiniéndola ya no como quien acumula una gran cantidad de conocimientos, sino como aquel capaz de conocer desde múltiples perspectivas y modos de comprensión ( Carter, 2019; Darbellay, 2021). Se trata de una forma de vida orientada a cultivar una curiosidad transversal, que no se rinde a las jerarquías disciplinares ni se limita a las segmentaciones convencionales del saber ( Burke, 2022). Sin embargo, reflexionar sobre la polimatía puede implicar el riesgo de idealizar nostálgicamente un anacronismo enciclopédico; por ello, resulta imprescindible releer críticamente esta figura y articularla desde las necesidades propias de las humanidades del siglo XXI, especialmente ante las exigencias planteadas por la crítica al Antropoceno ( Araiza, 2022).

En este movimiento, la polimatía puede situarse en la intersección de cinco características fundamentales. En primer lugar, no acumula saberes, sino que los conecta. Tal como plantea Serres (2013), el saber en el mundo contemporáneo se encuentra a disposición de forma inmediata ante la consulta espontánea; de tal manera, más que obtenerlo, el desafío se encuentra en el desarrollo de un pensamiento relacional como capacidad de articular lo que clásicamente se considera separado: ciencia y arte, técnica y política, lenguaje y cuerpo. Es un modo de razonar que privilegia las correspondencias, las conexiones, los puentes, las resonancias. Allí donde la especialización había exigido profundidad, lo polímata en el siglo XXI excava en diagonal para la búsqueda de patrones, afinidades, formas de traducción que reconfiguren tanto los problemas como las posibles respuestas.

Asimismo, la polimatía no es solo una estrategia cognitiva. Su segunda característica es ser una aproximación estética del saber, una forma de experimentar placer en la complejidad y asumir que pensar puede ser tan riguroso como bello, tan crítico como gozoso. Esta figura se corresponde con el modelo afirmativo del conocimiento propuesto por Braidotti (2015), en el que la producción intelectual es un acto vitalista que resiste la estandarización tecnocrática y celebra la creatividad como forma esencial del habitar contemporáneo. Siendo así, el polímata encarna una subjetividad nómada, una ética-estética abierta al movimiento, a la sorpresa y al juego, una forma de habitar el mundo que no admite la repetición mecánica del método ni la burocratización de la pregunta, pues entiende el saber como práctica situada y resistente ante la lógica instrumental del rendimiento académico, abriendo paso a la innovación.

Este modo de pensar implica, como tercer componente, una indisciplina creativa. El polímata desborda marcos, contamina lenguajes, produce hibridaciones. No porque desprecie el saber disciplinar, sino porque comprende ---como advierte Haraway (2020) --- que ningún marco cerrado puede contener la movilidad del mundo ni las formas tentaculares de los problemas que enfrentamos. Pensar, en este registro, se asemeja al arte de trenzar figuras de cuerda: implica sostener múltiples hilos en tensión, pasar de mano en mano, improvisar patrones sin clausurar el juego. La polimatía, en tanto práctica de string figures , no busca destruir las disciplinas, sino hacerlas pasar por otras manos, otras preguntas, otros afectos. Por eso incomoda las estructuras institucionales fijas: las fuerza a reorganizarse, a repensar sus modos de validación del saber, a alojar el pensamiento como una práctica situada, colectiva y en constante mutación.

En cuarto lugar, la polimatía es también un saber encarnado. No se reduce a elementos intelectivos, sino que se extiende hacia el campo de lo afectivo, lo corporal y lo situado. El polímata del siglo XXI no solo piensa en múltiples cosas, sino que habita en múltiples modos de relación con el mundo. Como sugiere Puig de la Bellacasa (2017), conocer no es un acto distante, sino que una forma de cuidar, de implicarse con lo que importa. Por eso, el saber polímata no se agota en la abstracción de ideas, sino que se traduce en prácticas, se articula con lo que se siente, se pone en juego con otros y en vinculación con un medio. Está atravesado por la experiencia, por una ética de la atención y por la contingencia concreta de estar en el mundo con otros cuerpos, tiempos y afectos en una preocupación por la vida y su sostenimiento.

Finalmente, la polimatía se afirma como una figura epistémica singular, no por su excepcionalidad individual, sino por la posición que ocupa frente a un régimen de saber en crisis. No es la figura del genio renacentista, sino la del pensador inquieto que, como propone Stengers (2022), cultiva un sentido común no domesticado. Esto quiere decir, una disposición a responder ante lo que insiste, a sostener la pregunta allí donde el saber experto tiende a clausurarla. La polimatía no busca dominarlo todo, pero sí hacerse responsable de las conexiones que traza; resiste la fragmentación del mundo no con síntesis totalizadoras, sino con vínculos cuidadosos, atentos a la multiplicidad que cada situación convoca.

Ahora bien, una vez establecidos estos rasgos conviene detenerse en las formas en que esos vínculos pueden organizarse. En el mundo académico contemporáneo, se suele hablar de multidisciplina, interdisciplina y transdisciplina como modos de articular campos distintos de conocimiento. No obstante, no todas estar formas suponen lo mismo, pues algunas suman sin transformar; otras, en cambio, desestabilizan fronteras del saber. Siendo necesario así señalar cómo cada una se vincula con la figura del polímata como propuesta de enfrentar los desafíos del siglo XXI.

En primer término, la multidisciplina adhiere a una lógica aditiva del conocimiento, en donde varias disciplinas se agrupan en torno a un mismo problema, pero cada una conserva sus lenguajes, herramientas y métodos. Es un sistema de coexistencia epistémica en paralelo, es decir, sin cruces ni intersecciones más allá de reconocer un fenómeno en común que es mirado desde distintos ángulos sin una integración ( Schroeder, 2022). Puede ofrecer riqueza panorámica, pero carece de la fricción creativa que surge cuando los marcos epistémicos se interpelan mutuamente. Desde la perspectiva de la polimatía, lo multidisciplinar puede ser un primer paso, pero es insuficiente: no hay pensamiento relacional, sino acumulación organizada.

Por su lado, la interdisciplina propone un diálogo más profundo. Aquí los saberes se entrelazan, se traducen, se afectan recíprocamente, generando una identidad conceptual y metodológica compartida. Se produce una circulación de conceptos, métodos y preguntas que modifica los puntos de vista iniciales, pero conservando las identidades disciplinares ( Schroeder, 2022). El pensamiento polímata encuentra en este cruce un terreno fértil, no solo por el intercambio, sino porque en él se pone en juego una estética del desplazamiento, un gusto por las zonas de contacto y de riesgo cognitivo. La interdisciplina exige más que voluntad de diálogo, requiere curiosidad activa, humildad epistémica y capacidad de escucha.

Finalmente, la transdisciplina involucraría el movimiento más radical para la polimatía del siglo XXI. No se limita a combinar saberes, ni siquiera a integrarlos en una especie de unicidad y totalización del conocimiento (Luengo, 2019). Su afán es, en cambio, el desbordar el marco disciplinar por sí mismo, reconociendo que hay problemas, prácticas y conocimientos que no caben en ningún lenguaje disciplinar existente y que a menudo emergen desde los márgenes. Es un tipo de pensamiento que no solo cruza disciplinas, sino que las rehace desde otro lugar

Por lo tanto, la polimatía no es simplemente inter ni multidisciplinar; es, en su potencia más plena, una forma transdisciplinar de pensamiento. No porque lo niegue todo, sino porque sabe habitar los bordes sin fijarse en ellos, moverse entre lenguajes sin renunciar a la singularidad de cada uno, y producir conocimiento desde lo inestable, lo impuro, lo híbrido. La polimatía no propone una síntesis totalizadora, sino una ecología de saberes en tensión, donde lo importante no es la unidad, sino la calidad de las conexiones.

Este es el escenario en el que Polymathia. Revista de Pensamiento Académico (ISSN 2810-7853) se inscribe como traducción editorial para enfrentar los desafíos emergentes en este primer cuarto del siglo XXI. Un gesto que encarna, en papel y en red, la urgencia transdisciplinar delineada a lo largo de esta reflexión. Concebida en el seno de la Universidad UNIACC ---institución forjada en la confluencia de comunicación, arte y tecnología---, la revista prolonga la vocación de un proyecto universitario que entiende el conocimiento como corriente viva, más cercana al impulso creativo que a la segmentación del saber.

Desde esa matriz, Polymathia se propone como zona de cruce en la que teoría y práctica, ciencias y artes, investigación aplicada y especulación conceptual, ensayo experimental y artículo riguroso pueden convivir sin renunciar a su especificidad. No se trata de agregar disciplinas en paralelo, sino de propiciar el roce que hace posible nuevas configuraciones de sentido. Así, la revista se orienta a alojar textos que, al abordar los dilemas comunicacionales, tecnológicos y culturales de las sociedades contemporáneas, mantengan abierto el horizonte de preguntas en lugar de clausurarlo con respuestas definitivas.

En consecuencia, Polymathia se perfila como espacio de resonancia para quienes investigan desde los márgenes, cartografían con el cuerpo, piensan con imágenes y escriben con conciencia crítica. Más que tribuna de exhibición, actúa como plataforma compartida donde la diferencia se articula, el diálogo se arriesga y la imaginación académica encuentra suelo fértil. De este modo, la revista cristaliza la apuesta institucional de UNIACC: habitar los bordes para pensar el mundo que aún está por nombrarse.

Con este número inaugural, Polymathia despliega una cartografía de los dilemas y posibilidades que tensionan el arranque del siglo XXI. El recorrido se abre con la reflexión de Jaime Alfaro, quien desplaza la discusión sobre desarrollo hacia el bienestar subjetivo infantil y sus derivas en la agenda de derechos: allí se revela que comprender la voz de niñas y niños ---especialmente en el Sur global--- es condición para reorientar políticas públicas y para que la psicología asuma, al fin, la complejidad de las nuevas infancias. Ese llamado a mirar la humanidad antes que las métricas dialoga, a su vez, con la propuesta de Klaus Droste, que reivindica la universidad como comunidad sapiencial: un espacio donde interioridad, técnica y juicio ético se entretejen para conjurar el riesgo de una hiper-especialización que forma expertos sin horizonte moral.

En otro pliegue de la conversación, Javier Ibarra rastrea la deriva del cine expandido hacia el live cinema y muestra cómo las artes escénicas absorben lo digital para renovar sus gramáticas narrativas; la escena se vuelve, así, un laboratorio de convergencias que encarna el mestizaje tecnológico propio de la cultura nativa-digital. Finalmente, Juan Sebastián Urzúa-Pineda se instala en el corazón del ecosistema mediático contemporáneo: al analizar series queer producidas para y desde los algoritmos, evidencia cómo las fabulas LGBTQ+ negocian precariedad y deseo en una pantalla global que nunca duerme, reconfigurando afectos y pertenencias más allá del viejo clóset identitario.

En conjunto, estas cuatro miradas trazan una panorámica donde el cuidado por la vida, la reinvención de las instituciones formativas, la hibridez tecno-artística y la pluralidad de los cuerpos narrados se entrelazan como hilos de un mismo desafío: imaginar formas de convivencia capaces de sostener la complejidad, sin renunciar a la justicia ni a la creatividad. Tal es la apuesta de este primer volumen: ofrecer un tejido de conexiones críticas que permita habitar ---y no solo describir--- las transformaciones vertiginosas del primer cuarto de siglo.

Referencias

Araiza, V. (2022). Las humanidades del Antropoceno desde la mirada de Donna Haraway y Rosi Braidotti. Tabula Rasa, (41), 201-223. https://doi.org/10.25058/20112742.n41.09
Braidotti, R. (2015). Lo posthumano. Editorial Gedisa.
Burke, P. (2022). El polímata: Una historia cultural desde Leonardo da Vinci hasta Susan Sontag. Alianza Editorial.
Carter, A. (2019). The Polymath Principle in the Twenty-First Century. En, A. Male (Ed.), A companion to Illustration (pp. 554-569). Wiley.
Darbellay, F. (2021). Toward a renewal of the erudite tradition: Interdisciplinarity, polymathy, and "in-disciplinarity". Hermès, La Revue, 87(1), 205-212. https://shs.cairn.info/journal-hermes-la-revue-2021-1-page-205?lang=en
Haraway, D. (2020). Seguir con el problema: Generar parentesco en el Chthuluceno. Consonni.
Latour, B. (2007). Nunca fuimos modernos. Ensayos de antropología simétrica. Siglo XXI.
Luengo, E. (2021). Hacia la síntesis de conocimientos. Interdisciplina, transdisciplina y complejidad. Espiral, 28(80), 47-76.http://www.scielo.org.mx/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S1665%2005652021000100047&lng=es&tlng=es
Puig de La Bellacasa, M. (2017). Matters of care: Speculative ethics in more than human worlds. University of Minnesota Press.
Serres, M. (2013). Pulgarcita. El mundo ha cambiado tanto que los jóvenes deben reinventar todo: una manera de vivir juntos, instituciones, una manera de ser y de conocer. Fondo de Cultura Económica.
Schroeder, M. (2022). Multidisciplinarity, Interdisciplinarity, and Transdisciplinarity: The Tower of Babel in the Age of Two Cultures. Philosophies, 7(2), 26. https://doi.org/10.3390/philosophies7020026.
Stengers, I. (2022). Reactivar el sentido común. Whitehead en tiempos de debacle. Fondo de Cultura Económica.